Cuando nuestrosantepasados vivían el nomadismo, su fuente de alimentación era substancialmentela caza y aquellos frutos de la tierra que no debían ser plantados, sino quecrecían de manera espontánea en la siempre generosa tierra.
Dentro de la tribuhabía la figura del cazador o grupo de cazadores, dentro cual, siempre había ellíder o experto, valiente y versado batidor. Estos eran venerados y agasajadoscomo verdaderos dioses ya que gracias a su valentía la tribu sobrevivía. Obteníala proteína necesaria para la subsistencia.
Conviene recordarque, en un principio, no disponían de armas, estas se fueron inventando con ellento paso del tiempo, con lo que aun debemos darle mucho más valor a esosprimeros cazadores.
Los mejoresbocados, las mejores mujeres y loslugares de privilegio eran reservados para ellos en justo agradecimiento. Elcazador, superando todo temor, exponía su vida para que los demás sobrevivieran.
Este sentimiento deadmiración, asombro, respeto y reverencia por el que expone su vida portodos, forma parte, aun ahora, denuestro subconsciente particular y colectivo. Está como gravado en nuestro códigogenético.
José Tomás nosrememora la figura del bravo cazador, que solo ante la bestia, no duda ni uninstante en batirla para ofrecernos todolo que esperamos de él; valor , entrega y vida.
Cuando vamos a laplaza de toros y le vemos torear caemos vertiginosamente dentro de nuestrosubconsciente, nos atrapa y vemos aTomás igual que nuestros antepasados veían a ese cazador/salvador. Luego le rendimos nuestro respeto,agradecimiento y admiración.
¿Nos extraña que este torero llene todas lasplazas donde va? ¿Es lógico queelectrice al público?
¿Es posible que Tomás y el público formen unsolo ser?